Jesús Fernández es un nombre que evoca dedicación, ética y pasión. Nacido en Caracas, pero zuliano de corazón, este destacado contador público ha construido una trayectoria que trasciende los números. Su amor por la contaduría y el deporte ha marcado no solo su vida, sino también la de su familia, dejando un legado que combina profesionalismo y espíritu competitivo.
Graduado en 1977 como Licenciado en Contaduría Pública en la Universidad Santa María (USM), Jesús decidió perfeccionar su perfil con una Maestría en Gerencia Tributaria en la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín (URBE) en 2007. Durante más de cuatro décadas de ejercicio profesional, ha trabajado en reconocidas firmas de auditoría como Pérez Mena & Everts (Ernst & Whitney) y Krigier, Morales & Asociados (Arthur Andersen & CO), alcanzando importantes posiciones supervisorias. Hoy en día es socio de Fernández, Machín & Asociados, firma que junto con su hija Vanessa, continúa aportando su experiencia al gremio.
Su compromiso con la profesión ha ido más allá de la práctica diaria. Autor de una amplia bibliografía especializada, ha escrito libros titulados como, La reforma fiscal en Venezuela (1994), Los impuestos en Venezuela: Resumen de aspectos principales (1997), Re-expresión de estados financieros en Venezuela (2002) y Un enfoque práctico sobre los ajustes por inflación en el ISLR en Venezuela (2012). Además, ha sido docente de pregrado y postgrado en la URBE, Director de la Secretaría de Estudios e Investigación del Colegio de Contadores Públicos del Estado Zulia (1994-1996) y Presidente de ese mismo gremio entre 1996 y 1998. Su liderazgo lo llevó también a ser miembro fundador del Instituto de Desarrollo Profesional del Contador Público (IDEPRO CCPEZ) y a recibir distinciones como la Orden Mérito al Contador Público y la Orden Lucas Pacioli.
Pero la vida de Jesús no se entiende solo desde la perspectiva profesional. Su familia la construyó junto con Judith de Fernández, de ella expresa con brillo en sus ojos “¡Es una dicha y una maravilla!”. No puede decir lo contrario luego de que juntos cumplieron, el pasado 25 de abril, 50 años de casado. De esa unión nacieron tres hijos dos hembras y un varón, cuatro nietos y un bisnieto. Igual que su familia, su amor por el béisbol y el softbol ha sido una constante, al punto de que entre colegas es conocido cariñosamente como “el pelotero”. Este espíritu deportivo ha sido la base de su filosofía de vida, una que también ha transmitido a su hija, Vanessa, y a uno de sus nietos, Andrés (hijo de vanessa), quienes han seguido la tradición familiar con la misma pasión.
Vanessa Fernández ha sabido tomar el testigo de su padre y forjar su propia historia en el mundo de la contaduría. Licenciada en Contaduría Pública por la URBE en el año 2001, cuenta con 25 años de experiencia en áreas gerenciales y operativas de finanzas, auditoría, impuestos y contabilidad. Su carrera se ha caracterizado por la disciplina, la capacidad de liderazgo y su habilidad para la toma de decisiones estratégicas.
Desde mayo de 2023, Vanessa se desempeña como Gerente de Auditoría Externa en Fernández, Machín & Asociados, firma donde también ocupó el cargo de Gerente de Auditoría Externa e Interna entre 2007 y 2017. Durante este tiempo, ha liderado la planificación, ejecución y seguimiento de auditorías, así como la reexpresión de estados financieros y la preparación de ajustes fiscales. Su recorrido profesional incluye un importante paso por Inversiones Avícolas C.A (Alimentos Kiri), donde fue Gerente Corporativo de Auditoría Interna (2017-2023), liderando planes de auditoría y optimizando procesos de control interno en diferentes áreas de la empresa.
La historia de los Fernández es la prueba de que la pasión y el profesionalismo pueden coexistir y trascender generaciones. Tanto Jesús como Vanessa han sabido consolidar un legado familiar que honra la contaduría pública y, al mismo tiempo, celebra el valor de la disciplina, ya sea frente a los estados financieros o en el campo de juego.
¿En qué año llegó al estado Zulia?
J: “En 1980, el año en que nació mi hija, me mudé al Zulia por motivos de trabajo y me quedé. Siempre he estado orgulloso de mi identificación con el estado, al punto de que, siendo presidente del Colegio de Contadores Públicos del Estado Zulia, seleccioné las gaitas para un CD y sorprendí a todos con mi conocimiento, al ser caraqueño, nadie pensó que conocería tanto del Zulia. Soy Caraqueño pero Zuliano y Marabino de corazón.”

Sabemos que su familia se dedicó toda la vida al deporte, ¿Cómo marcó su vida el deporte y logró el acercamiento al colegio de contadores públicos?
J: “El béisbol ha sido parte de mi vida y mi herencia familiar. Mi padre fue una «gloria deportiva» y campeón mundial en 1941, y mis padrinos eran los tíos de Luis Aparicio. Yo mismo jugué en un mundial de béisbol y fui el cuarto bate del equipo de softball del colegio de contadores durante varios años.
Mi involucramiento con el Colegio de Contadores Públicos del Zulia comenzó casi de inmediato al llegar en el año 80. Me invitaron a jugar softball para el equipo del colegio, y desde entonces me mantuve activo en la institución. Mis hijos crecieron con esta vida gremial, asistiendo a los Juegos Nacionales de Contadores Públicos, e incluso mi hija menor nació el Día del Contador Público, el 27 de septiembre.”
¿Qué cree usted que esta pasión por el deporte, por el softball, las raíces que tiene también en la parte del béisbol, qué lecciones pudo dejarle que a usted le hayan servido para su vida profesional o personal?
J: La pasión por el deporte, especialmente el béisbol y el softball, enseña lecciones valiosas que se trasladan a la vida profesional y personal. Nos inculca camaradería, el valor de compartir y, fundamentalmente, a manejar las frustraciones, pues no siempre se gana. El deporte fomenta un ambiente sano y de equilibrio, lo que pude ver reflejado en mi nieto Andrés. Además, me permitió interactuar con las nuevas generaciones de contadores desde una posición horizontal, rompiendo barreras. Siempre he sostenido, como me enseñó mi abuela, que un contador debe mantener su ética y no ceder ante presiones. Esa integración entre el deporte y la profesión demostró que uno puede ser un profesional competente sin perder la esencia humana
¿En qué año fue presidente del colegio y cuál fue el mayor reto o desafío que enfrentó durante su gestión?
J: Me incorporé al Colegio de Contadores Públicos en 1985, aunque mi presidencia fue en el período 1996-1998. Antes de eso, fui Secretario de Investigación en 1994. Nuestra incursión en la directiva, impulsada por los deportistas del colegio, fue para transformar la institución y priorizar el profesionalismo sobre las divisiones políticas tradicionales.
El mayor reto, increíblemente, fue que el Colegio de Contadores Públicos no tenía su propia contabilidad cuando asumí la presidencia en 1996. Nos dedicamos a formalizar y establecer la contabilidad del colegio, incluso contratando firmas de contadores públicos externas y sin relación con nosotros para auditarla, evitando así conflictos de interés. Este esfuerzo, junto con la consolidación del IDEPRO, fue nuestra prioridad y nuestro legado, impulsando siempre el desarrollo profesional con la visión de «Rumbo a la excelencia».
Vanessa, cuéntanos, ¿Cómo es tener a Jesús Fernández de papá?
V: «Tener a mi papá, Jesús Fernández, es una vara alta, bastante exigente, la verdad. Constantemente me relacionan con él; es común escuchar: “¿Tú eres la hija de…?” De hecho, tengo una anécdota de cuando me gradué en el colegio a los 15 años y entré a la universidad. Había salido en los listados de LUZ, que en esa época era la universidad pública, pero el primer día de clases se presentó un altercado, con bombas lacrimógenas y yo salí corriendo. Recuerdo que llegué llorando a la oficina de ‘el señor Jesús’, como le digo yo en el trabajo, y le dije: “¿Sabes qué? Así tenga que trabajar desde ya, yo voy a estudiar en una universidad privada”.
Y mi papá, con esa calma que lo caracteriza, me preguntó: ‘Dime qué vamos a hacer’. Yo ya lo tenía decidido; las clases en la URBE ya habían empezado. Pero él, con su influencia, con la ayuda de un amigo personal… al día siguiente estaba inscrita. Empecé con tres semanas de clases ya iniciadas, pero me adapté súper bien. De hecho, en el tercer semestre me cambié al horario nocturno porque ya había empezado a trabajar.»

¿Alguna anécdota de tu época universitaria que recuerdes hasta hoy?
V: «Sí, mi papá me lo dijo claramente: ‘Esta carrera no es para estar en la casa, esta carrera es para trabajar desde ahorita’. Y así fue. Empecé a trabajar, al principio en una oficina aquí, y después me tocó ir a Ciudad Ojeda todos los días. Mi rutina era salir de casa a las seis y media de la mañana, y a las cuatro de la tarde, de Ciudad Ojeda directo a la universidad. Salía de la universidad a las diez de la noche y llegaba a casa a las diez y media; era mi día a día. La universidad siempre fue muy llevadera, nunca se me complicó, hasta el noveno semestre. Ahí me tocó Contabilidad e Inflación, y, para mi sorpresa, ¡raspé el primer examen y también el segundo!.
Después de haber raspado el primer y segundo examen de Contabilidad e Inflación, me encontré en un pasillo de la universidad con un gran amigo de mi papá. Al verme, me saludó y luego el profesor que dictaba la materia le preguntó, “¿quién es ella?, porque va muy mal conmigo”. Fue entonces cuando el amigo de mi papá le dijo, “Ella es la hija de Jesús Fernández”.
En ese momento, el profesor me gritó: “¡Ey, Vanessa! ¿Por qué no me dijiste que eras la hija de Jesús Fernández?” Y yo le respondí que no tenía por qué decírselo a todo el mundo. Él, completamente asombrado, me dijo: “No puedes perder mi materia, si yo aprendí lo que es la inflación por tu papá”. Inmediatamente, organizó un examen recuperativo y una revisión de mis exámenes en decanato.»
Jesús, ¿Podría hablarnos sobre su experiencia con la Contabilidad e Inflación, su rol en la enseñanza de este tema en el Zulia y su participación en el Colegio de Contadores Públicos?
J: «Fui yo quien introdujo y enseñó Contabilidad e Inflación aquí en el Zulia. Había tenido la oportunidad de formarme en un curso en Cali, Colombia, antes de que la inflación se acelerara en Venezuela en los años ochenta. Así que, cuando la Federación empezó a abordar este tema, yo ya tenía los conocimientos necesarios, y en ese momento, casi nadie en la región sabía sobre esto.
En el Colegio de Contadores Públicos, desempeñaba dos roles importantes: era el delegado deportivo, equivalente al presidente del comité deportivo de hoy, y también el secretario de Estudios e Investigaciones. Desde esta última posición, impartí una gran cantidad de cursos sobre el tema de la inflación, que en aquel entonces ofrecíamos de forma gratuita.”

Jesús, ¿Cómo influyó el hecho de que sus hermanos fueran contadores en su decisión de estudiar también contaduría?
«Mi decisión inicial no fue la contaduría, sino la ingeniería… A finales de los sesenta, comencé a estudiar ingeniería en la Universidad Central, pero era una época de mucha crisis, lo que me desilusionó. Además, en bachillerato, la única materia que casi me hace raspar fue dibujo técnico, y en la universidad, la materia dibujo uno se me hizo imposible. La raspé ocho veces… Fue un momento de gran frustración y pensé: “No sirvo para ingeniero, no tengo carrera”.
Por descarte, empecé a buscar otras opciones en la Universidad Santa María. Así llegué a Economía y Contaduría, que en ese entonces se cursaban juntas. Mi primer examen en Contaduría, una conciliación bancaria, fue un 01. Pensé: ‘No sirvo ni para ingeniero ni para contador’. Sin embargo, decidí darle una oportunidad, entrando como alumno regular para ver si me gustaba y no tener que comprometerme si no era lo mío.
En cuanto a mis hermanos, mi hermano mayor, que venía de estudiar medicina en la UDO, no pudo seguir viajando a la universidad y tuvo que venir a Caracas a trabajar de día y estudiar contabilidad de noche. El segundo, aunque al principio era el único que decía que iba a ser contador público, terminó haciendo una carrera más gerencial, llegando a ser gerente en Cervecería Polar y luego vicepresidente de Banco Zulia, y de los tres, es el menos contador.»
Usted tiene varios libros publicados, ¿Cómo fue la realización de los libros sobre inflación?
J: Tengo aproximadamente cinco publicaciones, y me complace informar que en breve verá la luz un nuevo libro sobre contabilidad. La motivación detrás de esta reciente obra surgió de mi preocupación por la situación actual de la educación superior en contaduría en Venezuela. Considero esencial ofrecer cursos de contabilidad dirigidos ‘para contadores’, ya que noto una necesidad de reforzar los conocimientos fundamentales en muchos de los jóvenes profesionales. Esta situación no se debe a su capacidad, sino a las circunstancias que enfrentan tanto las instituciones educativas como sus dedicados profesores, a quienes admiro enormemente.
Este nuevo libro no solo compila mis 48 años de experiencia como graduado, sino que integra más de cinco décadas de ejercicio profesional, pues comencé a trabajar en el campo alrededor de 1972, incluso antes de obtener mi título. En sus páginas, fusiono esa vasta experiencia con la evolución hacia las Normas Internacionales de Información Financiera. Es un logro significativo para nuestra profesión el haber pasado de una época donde cada país manejaba un lenguaje financiero distinto, a tener hoy un idioma común a nivel global gracias a las NIIF. Entonces el libro es muy sencillo, pero yo creo que va a ser un best-seller.”
Vanessa, ¿Cómo describiría la dinámica familiar y la influencia de su padre, Jesús Fernández, en usted y sus hermanos, así como su rol en la vida de sus nietos?
V: “Como papá, mi padre es muy cariñoso, pero a la vez bastante exigente, muy orientado a los resultados y al cumplimiento. Él cree en la filosofía de ‘tú quieres, tú das’. Las normas en casa, sin embargo, las establecía más mi mamá, porque papi siempre estaba muy ocupado por el trabajo. Recuerdo que cuando terminó su período como presidente del colegio, nosotros le dijimos: ‘Si te reeliges, te quedas sin familia’, porque ya era un compromiso de veinticuatro horas a la semana que involucraba incluso a mi mamá, quien era la presidenta permanente del comité de damas.
Al estar casi siempre solos aquí en el Zulia, sin mucha familia cerca, siempre fuimos nosotros tres. Aprendimos a ganarnos las cosas; no nos las daban, pero siempre había apoyo para lo que necesitábamos. Afortunadamente, nunca nos hemos quejado y siempre sentimos que dimos y recibimos.
Como abuelo, es lo máximo, maravilloso. Con sus cuatro nietos y un bisnieto, especialmente con mi hijo (Andrés) de seis años, que es su compañero inseparable para los juegos y el cine. Mi hijo lo incluye en todos sus planes, siempre preguntando: “¿No vamos a llevar a mis abuelos?”.
El softball y béisbol, parece que son pasiones en la familia y lo están transmitiendo a las nuevas generaciones. ¿Cómo se sienten con eso?
V: «Aunque en nuestra rama directa de la familia no habíamos incursionado en el deporte, yo sentía que mi hijo Andrés, quien vivía un poco en una burbuja entre el colegio y la casa, necesitaba socializar más. Decidimos inscribirlo en béisbol y fuimos a Coquivacoa, pero de inmediato nos dijeron que no había cupo. Sin embargo, el señor de la liga nos preguntó para quién era, y al verlo, comentó: Tiene porte de pelotero.
Fue entonces cuando mencioné que ese porte se lleva en la sangre: mi papá, Jesús, jugó en los criollitos y fue a mundiales de béisbol, y mi abuelo, Ramón ‘Dumbo’ Fernández, fue campeón mundial en el 41 y acaba de ser exaltado al Salón de la Fama del béisbol zuliano. Al escuchar eso, el señor cambió completamente y dijo: “Él tiene cupo, es una maldad dejarlo fuera”. Así, mi hijo consiguió su lugar y empezó a practicar ese mismo sábado. Va a cumplir dos años jugando béisbol en octubre.»
¿Algún mensaje final para la comunidad de contadores y especialmente para esas nuevas generaciones?
J: “Mi mensaje fundamental para las nuevas generaciones de contadores es que tienen que estudiar de manera constante. La graduación, si bien es un logro importante, es apenas el comienzo de una trayectoria profesional. También quiero recalcar que, como profesionales licenciados, todos compartimos el mismo grado académico. No me agrada el uso excesivo de títulos como Magíster o Doctor en el trato cotidiano; para mí, lo que importa es ser Contador Público.”
